Las organizaciones criminales, se caracterizan por buscar permanentemente la mejor forma de engordar sus bolsillos con ganancias ilícitas.
El secuestro de personas no es nada nuevo en lo comparado.
Vean, por ejemplo, que en México la industria es floreciente y va viento en popa, al punto que la Universidad Autónoma tiene un sitio dedicado exclusivamente al tema y las estadísticas no son nada alentadoras:
Cito RadioW para afirmar que por ejemplo en Colombia:
Según el último reporte de la Defensoría del Pueblo, durante el 2022 se presentaron 81 secuestros en Colombia. Sin embargo, entre enero y septiembre del 2023 la cifra alcanzó los 79, lo que demuestra un aumento de esta práctica inhumana por los grupos armados ilegales.
Para nosotros es un fenómeno ¿nuevo?, ni tanto, porque según Carabineros, noticia de enero de este año:
Desde 2017 a 2022, se contabilizaron 1.925 secuestros en todo el país, de acuerdo a la información de la policía uniformada. De ellos, la mitad ocurrió en la región Metropolitana.
Se ve que hemos estado sentados sobre un volcán, pero los mass media no nos advirtieron que los hechos ocurridos en la última semana, es lo que ha estado ocurriendo frente a nuestras narices.
A estas alturas, es difícil sostener que no ha sido un fenómeno importado, en otro tiempo, los secuestros más célebres, como el de Cristian Edwards o el secuestro del Comandante Carreño, fueron motivados por razones políticas, los que ocurren ahora tienen un objetivo económico y acusan una planificación propia del crimen organizado.
La industria del secuestro es particularmente lucrativa, desde el express, que puede durar apenas unas horas, pasando por aquellos de largo aliento, la idea es infundir temor en los más cercanos a la víctima, quienes estarán dispuestos a todo para ver sus seres queridos sanos y salvos.
Cuando el secuestro se instala en un país, las consecuencias pueden ser devastadoras, entre otras:
Mueren personas, si la policía instala un cerco visible y reconocible, los secuestradores preferirán eliminar a la víctima, antes de ser atrapados.
Hace surgir la industria de la seguridad privada, objetivos importantes como empresarios, políticos y autoridades, entre otros, adoptan sus propias medidas de seguridad, si el Estado no es capaz de otorgar seguridad.
Se crea una sensación de inseguridad mayor, porque las personas se sienten vulnerables, incluso a la hora de utilizar medios de transporte tales como las aplicaciones tipo Uber. Vea esta carta publicada hoy en un medio de circulación nacional.
En los casos que ocuparon la agenda esta semana, la reacción del Estado fue oportuna y eficiente. Pero los grupos son dinámicos, se adaptan, cambian sus conductas, para evitar ser descubiertos y detenidos.
El denominador común nos muestra un delito importado, en cuanto fue ejecutado por extranjeros. Esperemos que el sistema siga siendo eficiente, y me temo que el radar debiera orientarse hacia las organizaciones que han entrado a Chile por la ventana, antes que nuestros criminales criollos comiencen a imitar estas conductas.